LA NAVIDAD ES TIEMPO DE PAZ

A pocas semanas del periodo Navideño empezamos a organizar como vamos a «disfrutar» de las fiestas en compañía de los nuestros y los no tan nuestros. Los anuncios Navideños nos enseñan imágenes bucólicas de familias sentadas en torno a una mesa, repleta, y con sonrisas que iluminan sus caras cual si fueran anuncios de clínicas dentales o dentífricos.

La realidad muchas veces es otra. No siempre estamos tan felices de estar sentados a la mesa con todas las personas con las que por razones laborales o familiares estamos «obligados » a sentarnos.

No nos vamos a ocupar en esta entrada del tema de que dichos anuncios puedan resultar insultantes para aquellas personas que están solas o que estando acompañadas no tengan nada mas que para subsistir.

Las convenciones sociales nos hacen acudir a eventos a los que no siempre tenemos ganas de acudir y en ocasiones no nos atrevemos a decir de una forma asertiva que no queremos acudir. Se estilan comidas de empresa, en la que a veces nos encontramos con el pesado o pesada de turno que termina amargándonos la noche.

En las cenas de familia ocurre otro tanto, siempre hay algún miembro de la familia con el que no nos apetece nada compartir el espacio, ya sea el cuñado, la cuñada, la suegra, el suegro o el hermano díscolo.

Lo anterior hace que en nuestro cerebro muchas veces empecemos a vivir como va a ser el momento de la fiesta , o de la cena donde vamos a compartir espacio. Y digo empezamos a vivir por que nuestro cerebro y nuestro cuerpo no distingue a nivel emocional cuando estamos recreando el recuerdo de eventos pasados, o construyendo con todo lujo de detalle como va a ser. Ponemos imágenes, sonidos, y sentimientos, que nuestro cuerpo vivencia como si estuviera sucediendo, con la consiguiente descarga química en nuestro cerebro.

Cuando por fin acudimos a la cena de empresa o familiar vamos predispuestos por esa película que hemos escrito y dirigido en nuestro cerebro. Algunos de los que me lean podrán decir:» no, yo no». Mi admiración más profunda a quien en sus recuerdos sea capaz de ser tan aseptico y no vea a esa persona, recordemos que no es santo de su devoción, provista de todos sus defectos .

¿Y si igual que nos preparamos para esa fiesta o evento buscando la ropa adecuada, el maquillaje o aquello que vamos a llevar pudiéramos prepararnos para disfrutar?.

Os preguntareis como. En primer lugar buscando en nuestro cerebro las excepciones . Seguro que en algún momento hay algo de esa persona que nos gusto y nos invito a conectar con ella.

Recuerdo un curso con Francisco Diez, mediador internacional,  que nos hablaba de esa conexión necesaria en una mesa de mediación o negociación para llegar a un entendimiento. Nos contaba que llego a su despacho un abogado altivo, que no le había tratado bien en otras ocasiones y con el que por tanto no se veía a priori capaz de conectar.Este abogado llevaba ese día un abrigo de color carmel. Francisco nos contó como en un primer instante conecto con el buen gusto de ese compañero en la elección de dicha prenda y a partir de esa pequeña conexión fue capaz de mirarle con otros ojos.

En segundo lugar conectando con nosotros mismos, pensemos en que depende de nosotros para que esa noche sea placentera. ¿.Podemos no sentirnos agraviados o provocados?. De nosotros depende el que tomemos los comportamientos de los otros de una forma u otra.

No se trata de vivir en el mundo de Mister Wonderful en el que todo es positivismo llevado al extremo, que tampoco pasa nada por si un día aunque sea en pos de conseguir la ansiada paz nos elevamos a los altares del positivismo, se trata de cambiar el foco de lo que no nos gusta a lo que si nos gusta, de lo que hace el otro a lo que hacemos nosotros. Tu decides, tu eliges.